Hoy ha fallecido a los 91 años el fundador de la revista Play Boy. Nos cuentan que fue conocido por la labor periodística de su revista pero, en cambio, era y será recordado por vivir rodeado de fiesta y de mujeres despampanantes. Mujeres sin nombre la as que todo el mundo mira como “conejitas”.
Sí, este hombre luchó contra la censura pero ¿a costa de qué? De sexualizar a las mujeres, de cosificarlas, incluso a costa de quitarles el “título” de personas para convertirlas en animales.
Mujeres rubias, idénticas que posaban al lado de un señor millonario que fumaba puros y tocaba los muslos de las jóvenes; así era el retrato de la “libertad”.
Desde que ha trascendido la muerte de Hugh Hhefner, muchas han sido las personas que han trasmitido sus mejores palabras; pero también muchos hombres han reconocido la envidia y la suerte que hubiesen tenido si hubieran sido él.
Pues bien, de nuevo volvemos a quedarnos con esa imagen diseñada para una sociedad machista. Lo que “mola”es ser un hombre rodeado de mujer jovéncisimas (muchas sin alcanzar los 20 años) para poder follar con ellas a cambio de darlas a conocer.
Sí, la libertad consiste en eso ahora.
Han sido las propias mujeres las que han denunciado el trato de este “buen hombre”.
Holly Madison, una de las “conejitas” más famosas, contó que conoció a Hefnfer cuando apenas contaba con veinte años. Él le ofreció droga y Madison terminó en la cama con él, que por aquel entonces la sacaba 56 años.
Muchas han sido las denuncias de mujeres que han pasado por su cárcel, mujeres que se convirtieron en sus “esclavas sexuales”, mujeres que pensaron hasta en suicdarse por su culpa.
Tal y cómo contó (este párrafo lo saco del Confidencial) Jill Ann Spaulding en su libro Upstairs (publicado en 2004), si una de estas conejitas quería ascender a ser su novia principal –como ocurrió brevemente con ella–, debía practicar sexo oral sin protección con Hefner.
En el diario La República se explica que a las modelos se les entregaba una pensión semanal de mil dólares para gastarlos en ropa. Hefner no permitía usar el dinero en otro destino que fuese el estipulado.
Izabella St. James explicó que el dueño de la mansión se veía con la potestad de quejarse de todo aquello que cada una de sus inquilinas hacían mal, a menudo su falta de predisposición sexual.
Escandaloso que personajes públicos halaguen de tal manera a un ser que despreciaba, denigraba y “prostituía” a las mujeres. Él mismo reconoció haberse acostado con más de 1,000.
Estoy cansada que de que esos tintes de “libertad” sean a costa de aprovecharse de las mismas. Cansada de que digan “no, lo hace porque quiere”.
Y sí, cuando tienes pasta puedes hacer lo que quieres pero no, no me lo vendas de activismo ni mucho menos de libertad.
Por Microrrelatos Feministas
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