Vivimos tiempos convulsos. Tiempo en el que se ha perdido la paz del espíritu. Se ha cambiado la vida familiar pacífica por el libertinaje de las hordas libertinas (perdonen la redundancia). Salir a la calle sin que tengas que ir cerrando ojos y oídos ante tanto desenfreno es casi imposible. Y si ya vas encima acompañado por menores ¿cómo les explicamos esa amalgama de promiscuidad política, social, cultural o sexual que nos vamos encontrando por cada plaza, calle o mercado? Esto no puede terminar bien.
Lejos quedaron los tranquilos tiempos cuando cada uno conocía su lugar y no pretendía salir de la condición que le tocaba vivir. La insensatez y el desatino ha llevado a la gente a creer que todos hemos nacido iguales y les ha llevado a pensar que pueden ser dueños de sus vidas. ¡Válgame Dios!
Menos mal que aún quedan mentes lucidas en este país que nos saben guiar y nos transmiten la incuestionable verdad de que “la estirpe determina al hombre y que los hijos de buena estirpe superan a los de estirpe inferior” (San Mariano. Capítulo 6, versículo 12)
Ahora, que estamos rodeados de políticos populistas, independentistas, yayoflautas, estudiantes rebeldes, feministas histéricas, promiscuos libertinos, republicanos desenterradores, anarquistas descreídos, twitteros descarados y ofensivos, algún que otro juez honrado, escritores que escriben con tinta roja, artistas que se atreven a cantarle a la Libertad, sindicalistas que se dedican a defender a los trabajadores, jóvenes que piensan por sí mismos (¿cómo se atreven?), extranjeros, incluso negros, ocupando puestos de trabajo que deberían ser para la población nacional y otros elementos indeseables, no nos queda más remedio que fortalecer nuestro espíritu so pena de caer en sus redes y que nuestras vidas ordenadas y temerosas de Dios y la Ley de la moral superior, se conviertan en un antro de perdición y de moral laxa.
Gracias a que en nuestra España, una y grande, y que algunos locos quieren romper (no puedo evitar santiguarme al decirlo, amén), los padres de la Patria han sabido burlar inteligentemente todas las leyes que nos condenarían a tener que vivir igual que todos los indeseables que ahora no tienen miedo a decir lo que piensan y lo que no les gusta. Nos han conservado nuestros espacios, para mayor gloria de nuestro glorioso y glorificado pontífice (todos sabemos que estoy hablando de nuestro nunca suficientemente ponderado Caudillo) y que eso nos permite seguir adorándole.
Sí, estoy hablando de ese incorruptible monumento erguido a los bravos soldados defensores de nuestra Patria contra la lacra comunista, socialista, anarquista y republicana y dónde podemos ir a acompañar a nuestro Generalísimo, el Valle de los Caídos (ay, si mi echo a la cara algún día a ese Wyoming o al Dani Mateos ese. Incultos, blasfemos, rojos. Uf, tranquila que no son nadie). El único lugar en toda España dónde la ley y el orden siguen imperando y dónde podemos acudir la gente de bien sin tener que soportar a la morralla canalla.
Y como ya empiezo a notar la degradación moral que está empezando a hacer mella en mi familia, resultado del libertinaje (me repito) permisivo, este año nuestras vacaciones no pueden tener otro destino que el retiro espiritual en el Valle de los Caídos. Allí reforzaremos nuestras defensas contra la vida democrática. Además, como está financiado por el estado (750.000€ anuales), los precios son muy accesibles. Y esto es así, gracias a que nuestros políticos han sabido evitar darles ni un euro a esos aprovechados que dicen que les mataron a un abuelo o un tío abuelo y quieren que ahora les paguemos entre todos el buscarles y desenterrarles. ¡Que barbaridad! A ver ¿para qué? ¿Para volver a enterrarlos de nuevo, no? Entonces, dinero tirado. Mucho mejor está ese dinero invertido en facilitarnos mantener nuestros merecidos monumentos y que tengamos un refugio dónde poder evadirnos de sus desmanes y vida depravada. Dios mediante, esto será posible muchos años. Este año, junto a los monjes, rezaré por ello tres Padre Nuestro, cinco Ave María y algún que otro Rosario. Junto con mi familia, claro. La familia que reza unida, permanece unida. Amén.
(Después de escribir este artículo, la que necesita refuerzo mental será la autora del mismo. Salud y República. Ya empiezo a sentirme algo mejor. Gracias. )
Autora: Ani García Pérez
Escucha el último programa de Recuperando Memoria:
Recuperando Memoria T2-17 #RmCasadelaMemoriaSauceda